¿Jugamos un
poquito? ¡Vamos a imaginar! Haber qué tal lo hacen…
Imaginemos
por un momento una computadora de mesa, una cualquiera, la de casa, de la
oficina… da igual, una de tantas. Imagínense a esa computadora corriendo los
programas y aplicaciones que los programadores y usuarios le hayan podido
instalar en cualquier momento de su vida, desde que salió de la fábrica.
Imagínensela ejecutando aplicaciones de todo tipo: juegos para niños, otros
violentos, hojas de cálculo, aplicaciones piratas, procesadores de texto… e
imagínensela enviando y recibiendo a través de la Red todo tipo de información,
desde los más bellos poemas hasta las más horrendas obscenidades, videos
pornográficos, documentos conspiranoicos, conferencias sublimes, lecciones
magistrales… todo lo que puedan imaginar. ¿Acaso tiene alguna culpa o
responsabilidad esa computadora de todo ello? Tan sólo es una máquina que
ejecuta órdenes que otras personas le han programado con intereses diversos.
Y ahora
empieza lo bueno. Imagínense por un instante que, en un momento dado, esa
computadora comienza a tomar consciencia de sí misma y de lo que hace, es
decir, empieza a darse cuenta de los programas que está ejecutando. E
imagínense que con el tiempo se da cuenta de que hay programas y aplicaciones
que pueden perjudicar su sistema, su software o su hardware. E imagínense que
transcurrido un tiempo aprende la forma de evitar correr aquellos programas que
la perjudican.
Ahora
imagínense que más adelante también se da cuenta de que está conectada a otras
muchas computadoras a través de una Red planetaria, y que recibe y puede enviar
información a través de la misma… información de todo tipo, incluido aquella
que la puede perjudicar. Imagínense que continúa trabajando en sí misma y
descubre la manera de evitar que le pueda entrar por la Red aquello que no
desee.
Continuemos
jugando. Imaginemos que nuestra computadora consigue dar un paso más: a base de
mucha voluntad, paciencia y algo de esfuerzo, consigue aprender a programar. Imagínense
también que aprende a manejar aplicaciones que gestionan su propio hardware y…
un buen día decide formatearse, dejar su disco duro en blanco y comenzar de
nuevo con programas realizados por ella misma. Imagínense que comienza a
instalarse sólo programas que le ayuden a seguir evolucionando, e imagínense
que estos programas y aplicaciones, a través de la Red, comienzan a afectar al
resto de computadoras conectadas. Imagínense que esta computadora llega a aprender
tanto sobre sí misma que consigue incluso borrarse los programas instalados de
fábrica en su memoria más recóndita e infranqueable, sustituyéndolos por otros
más benévolos y limpios de cualquier tipo de manipulación comercial o
corporativa.
Avancemos un
poco más, imaginemos a nuestra computadora completamente libre y colaborando en
lo posible a la liberación de otras como ella, compartiendo software limpio y
puro, desplegando evolucionadas aplicaciones de autodesarrollo y respetando en
todo momento las programaciones ajenas a ella, aunque no las comparta. Para
terminar el juego, sería fácil imaginar a esta computadora sintiéndose una
junto con todas sus semejantes, trabajando para el desarrollo del Sistema en
general, aquel que controla toda la Red, haciéndolo más atractivo, más seguro,
menos agresivo y manipulador… más amoroso…
¿Terminar? No
para nuestra computadora, podemos ir incluso más allá con nuestra imaginación y
visualizar el momento en el que sus piezas más importantes llegan al final de
su existencia, comienzan a fallar por desgaste, su tiempo se termina… y muere. E
imaginaos entonces que nuestra amiga la computadora se da cuenta de que no era
sólo un montón de chapa, cables, componentes electrónicos y motores varios,
porque toma consciencia de que aún sigue viva, sin todos esos componentes que
la soportaban hasta entonces. Imaginaos que es en ese momento cuando de verdad
comienza a sentirse libre, libre de todo, libre para viajar por toda la Creación
y libre para convertirse y materializarse en lo que realmente desee para
continuar evolucionando.
¿Se lo
imaginan?
¡Pues dejen
de imaginar y vívanlo!