viernes, 9 de abril de 2010

Una vez... más

Una vez habité en un lugar cálido y confortable. Nada enturbiaba mi mente, todo estaba acorde a mi sentir y a mi ser. Allí todo estaba limpio, imperaba la armonía. No me sentía querido, ni deseado, ni tampoco lo contrario, simplemente no sentía nada que pudiese empañar aquel instinto de plenitud que me envolvía y que me aseguraba que yo lo era Todo. Nada me preocupaba, y era feliz.

Pero el inquebrantable tiempo que todo lo puede volvió a intervenir, como siempre, en contra de mi voluntad.

Pobre voluntad, ¡qué sabrá ella de estas cosas!

Entonces ocurrió lo indeseable e inesperado. Mi vida sufrió el cambio más traumático que jamás pude imaginar. De repente todo se volvió caótico; una fuerza maléfica y extraña que no sé de dónde provenía me empujó violentamente hacia fuera (o hacia dentro, no lo sé), obligándome a abandonar aquel remanso de paz que hasta el momento me había servido de refugio y hogar. El único que conocía y entendía.

A partir de ahí, mi vida dio un vuelco radical. Ya nada sería lo mismo. Ese nuevo mundo, frío y maloliente, era totalmente opuesto a aquel otro que acababa de dejar para siempre. Aquí la supervivencia no era fácil, había que ganársela día a día, minuto a minuto. Nada me era regalado, tenía que luchar por el sustento, pedirlo a gritos, conformarme con lo que otros me ofrecían. Aprendí lo que es el hambre, el frío y la incomprensión. Constantemente me sentía sucio, ultrajado, humillado hasta lo más bajo que un ser sintiente podría estarlo. Ya no era el dueño y señor de mi hogar, me convertí en alguien débil y totalmente dependiente del entorno y de otros seres más fuertes que yo, pero no por ello más inteligentes o sensatos. Ese era mi pesar.

Pero el tiempo continuó su transcurso inmutable, impasible a todo cuanto me sucedía. Y como no podía ser de otra forma, terminé adaptándome a todo aquel desorden. Incomprensiblemente sobreviví y me hice más fuerte. Fui aprendiendo de la experiencia, comprendí los misterios que mueven los hilos en este otro mundo lleno de contradicciones. Sintonicé con él hasta mudar del todo mi sentir y mi ser, para llegar a convertirme en una pieza más de aquel laberinto de deseos e inquietudes. Me convertí en todo un ser humano, cargado de pasiones, temores, ambiciones y dolor.... mucho dolor. Dolor que llegó a impregnarse de tal manera en mi ser que incluso llegué a inmunizarme; aprendí también a manejar y controlar sus mejores antídotos: el placer y el olvido. Aunque no siempre funcionaban.

Olvidé por completo que un día fui feliz.

También desalojé de la memoria aquel tránsito lacerante que me arrojó a este abismo en el que habito; ni tan siquiera puedo estar seguro de que aquella triste transformación haya sido la única sufrida por mi alma durante su devenir por el universo infinito. No puedo estar seguro de haber olvidado igualmente las anteriores. En lo que respecta a esta última, sólo me atrevo a decir que quizás la olvidé porque inconscientemente pensé que sería definitiva, que no podría haber otra igual, que ya me encontraba en el lugar al que pertenecía.... pero me equivoqué.

En plena edad adulta, con toda una vida por detrás cargada de recuerdos, de buenos momentos y de otros no tan buenos, habiendo alcanzado ya una supuesta estabilidad emocional, social y financiera, sin mayor pretensión que la de desear que pase el tiempo con generosidad y lentitud.... de nuevo vuelve mi espíritu a sufrir otra traumática sacudida haciéndolo zozobrar sobre una presunta marea en calma.

La diferencia fundamental radica en que en esta ocasión no me ha cogido totalmente desprevenido. Sin saber cómo ni porqué, acojo el sentimiento en mi interior de llevar preparándome durante muchos años para este nuevo cambio. Al igual que el anterior me llevó nueve meses hasta completar la materia necesaria, en este otro también he necesitado de un tiempo prudencial para evolucionar y madurar lo suficiente como para comprender y aceptar lo que me está ocurriendo. Ahora sé que los cambios son buenos, por tanto, ya no me asustan, aunque aún tarde en comprenderlo del todo.

Tampoco podré saber, al menos por ahora, si será el último y definitivo. Nada de eso me preocupa. Ahora es mi mente la que ha evolucionado lo suficiente como para saber que la única razón de estar (que no de ser) del ser humano en este mundo pasajero es la de amar y ser amado (aunque la mayoría lo abandonen sin percatarse de ello).

Y a esa misión encomiendo todo mi cuerpo y toda mi alma.


8 comentarios:

Unknown dijo...

Ufff....me cuesta pensar que solo estoy aquí para amar y ser amada.
Me gusta sentirme viva contemplando, disfrutando, riendo, soñando e infinidad de cosas más.
Entonces cuando nadie me ama y no amo a nadie, quién soy?
No tengo sentido?
No soy parte de este universo?

Me va costar asimilar esto. Pero lo intentaré.
Besos

Dani7 dijo...

Yo creo que son acertadas reflexiones.
En una ocasión, leí una entrevista a un anciano de Burgos, que tenía ciento cinco años o por ahí.
La receta que el daba para vivir tanto, era hacer siempre el bien.
Decía que si todo el mundo te queria, vivirias más, pues dificilmente alguien desearía tu muerte.
Creo que ese hombre se encomendó a una misión similar a la tuya.

Un abrazo y un placer leerte.

Carmen dijo...

En esos constantes cambios no dejo de pensar, me dan miedo porque al contrario que a ti, a mí me parecen que la mayoría son a peor, que desde que vivimos en ese lugar cálido y confortable las variaciones siempren se han ido sucediendo a más responsabilidades, a más problemas y a menos inocencia. Será que todavía no entiendo los cambios y me cuestan mucho aceptarlos, será que idealizo demasiado tiempos pasados, será manía de esta melancólica maniática.

Gracias por hacerme reflexionar. Besos.

Cuenticiente dijo...

Pedro, yo si que vivo en otro mundo. Ahora aterrizo yo aquí, supongo que me trajo el ligero airecillo que nos muele estos ultimos días. Bueno, más vale tarde que nunca, digo yo. Descripción maravillosa de las sensaciones que nos mecen y nos martirizan desde que nos inventan. Definitivamente, opino que sensación análoga a la del utero materno sería estarse hasta las doce del día, durmiendo un lunes frío y lluvioso, no?.
Vivir es una condena, sobre todo si no tienes con quien discutir. Esto, administrado en pequeñas dosis es un estupendo antioxidante. Me encanta tu entrada. Un abrazo.

mj dijo...

Las personas tenemos miedo a los cambios porque tememos perder algo...
Es un bello escrito Pedro, y muy humano...
Un abrazo enorme
mj

misticaluz dijo...

Hola Pedro!

Gracias por compartir tan importante reflexión...

Siempre un placer pasar a visitarte!!
Recibe un relajante y cálido abrazo para tu ser.

Beatriz

Graciela de Palomas dijo...

Decirte que ni enterada estaba que estabas aquí, pero casi me lo pierdo, casi pero no!

Es una buena reflexión, cuando caes en ese mundo donde parece que nada te ofrece alegría, un día te levantas con mucho esfuerzo y luego lo que llegue no te toma de sorpresa.
Tardarás nuevamente el tiempo necesario para salir, pero lo vivido te enseña que puedes derrumbarte y florecer nuevamente.

Besos tesoro :)

Alma Mateos Taborda dijo...

Ha sido un inmenso placer deleitarme con lo que escribes. Magistral este post, lleno de nobles enseñanzas. Me encantó todo y volveré si sigues dejando la puerta sin cerrojos. Un abrazo.