viernes, 28 de mayo de 2010

Un hermoso sueño

Abro los ojos; de nuevo es el alborotador piar de los gorriones en la ventana el que me extrae del mundo de los sueños para devolverme al de las ilusiones. Al tiempo que me desperezo, pienso en lo alegres que se muestran todos estos pajarillos cada mañana, a juzgar por la algarabía con que me despiertan al amanecer; es como si todos los días celebrasen el nacimiento del sol por primera vez. O por última, quién sabe; quizás ellos lo sientan así y crean que hay motivos bien fundados para recibir cada día como si fuera uno especial; un día más de vida en este maravilloso y mágico lugar del Universo que nos ofrece gratuitamente todo cuanto necesitamos para ser dichosos. Concluyo diciéndome que igual hasta tienen razón.

Salgo al exterior. Una mañana preciosa; la ardiente esfera del sol ya empieza a emerger de las profundidades del basto océano que se abre ante mis ojos, allá por la difusa línea del horizonte, dándole a las pacíficas nubes ese extraño aspecto de brazas incandescentes que tanta curiosidad me suscitan cuando las observo.

Estiro un poco mis entumecidos músculos admirando la grandeza del paisaje con que el mundo me da la bienvenida, después de haberme refrescado en las tranquilas aguas del riachuelo junto al que habito. La frialdad del agua tensa mis músculos y me templa los nervios, aclara la mente y serena el espíritu. Ya estoy listo para afrontar un nuevo e impredecible día.

El ejercicio me ha abierto el apetito. Salgo al campo a ver lo que me ofrece hoy. En esta época del año se dan una uvas grandes como huevos de codorniz y tan dulces que más bien parecen néctar de los dioses; también encuentro algunas naranjas ya maduras que me tientan con un exuberante aspecto de estar bien repletas de jugoso zumo; después de tantos meses sin probarlas, me rindo ante el estimulante señuelo y cojo un par de ellas.

Tras un desayuno tan nutritivo, lo mejor es dar un buen paseo por el interior del bosque, antes de que la temperatura aumente y ahuyente la refrescante humedad de la noche. Me encanta este intenso olor a tierra mojada con que el rocío impregna el aire que respiro conforme van transcurriendo mis pasos entre la frondosidad de estos árboles. Pinos, robles, hallas, castaños, multitud de diferentes variedades de helechos, todos en su máximo esplendor y en perfecta armonía, conforman un espectáculo de lo más colorido y agradable a todos los sentidos. El alegre canto del ruiseñor, el incesante corretear de las laboriosas ardillas entre las ramas, el ulular de la suave brisa penetrando por cada resquicio de cada árbol, el persistente repiqueteo del pájaro carpintero desde lo más profundo del bosque, un ligero movimiento del algún avisado cervatillo oculto en la espesura, el hipnotizador murmullo del agua saltando sobre las piedras en la ribera del río...; mientras camino, abro al máximo mi instinto primitivo para captar y percibir en toda su pureza el más nimio detalle que la Naturaleza pone al alcance de mis sentidos. Al mismo tiempo, cierro mi mente a todos los pensamientos tóxicos y contaminados que puedan aparecer sin avisar previamente. No permito que nada enturbie esta correspondida relación de amor y respeto existente entre el bosque y yo.

De regreso, me cruzo con algunos vecinos a los que saludo amigablemente; nos tratamos poco, pero sé con seguridad que puedo contar con ellos cuando lo necesite. Por supuesto, también ellos saben que aquí estaré yo siempre que lo precisen. La presencia cercana de congéneres me da seguridad y confianza, sobretodo si no se inmiscuyen en mi intimidad ni intentan apoderarse sin necesidad de mi preciado tiempo.

De nuevo en la serenidad del hogar. Mi amigo el sol se encuentra ya en todo lo alto y calienta que da gusto. Va siendo hora de que me gane el sustento, así que agarro mi primitiva caña de pescar fabricada con madera de fresno y me dirijo al lugar acostumbrado; una gran piedra situada bajo la refrescante sombra de un centenario roble que crece a orillas del río, es el mejor lugar para hacer buenas capturas. De nuevo estas próvidas aguas vuelven a ser generosas conmigo y recompensan mi paciencia con un par de hermosas truchas, suficientes para un buen almuerzo. De regreso a casa me hago también con algunas granadas maduras que me encuentro por el camino. Hoy la comida será de lujo. No puedo olvidar tampoco recoger algo de forraje seco para encender la lumbre con la que cocinar el sabroso pescado.

No hay nada como un merecido descanso para digerir los alimentos ingeridos. La paja seca que cubre el tejado del chozo proporciona una frescura a la estancia que me permite conciliar un breve y reconfortante sueño.

El reparador reposo me ayuda a afrontar lo que resta de día con una mayor vitalidad y un vigor a prueba de bombas. La tarde se presenta cálida y serena, así que me dirijo hacia la cercana playa con paso resuelto y el ánimo desbordado. De camino me aprovisiono de la fruta fresca que me van ofreciendo gratuitamente los árboles que ante mí se presentan; la tarde será larga, y un tentempié nunca viene mal; además, la experiencia me dice que el agua de mar y el contacto de la fina arena bajo mis pies desnudos, forman una combinación perfecta para abrir el estómago a cualquier alimento que se le eche. Cargo también con los utensilios necesarios para fabricar algunos dardos con los que cazar conejos y pequeños venados; me van quedando pocos y, además, me servirá de distracción en esta apacible tarde.

Tumbado sobre la arena, con la piel aún húmeda y cubierta del saludable salitre, reflexiono profundamente contemplando el ancho y despejado cielo, mientras nuestra estrella amiga va tomando su camino de vuelta a casa, perdiendo intensidad y ardor conforme se acerca a las escarpadas cumbres que se levantan al otro lado del mundo, y tras las cuales terminará desapareciendo, cediendo su lugar por unas horas a su hermana menor, la luna. Pero antes de que eso ocurra aún tengo tiempo para pensar en lo afortunado que soy al pertenecer a una tierra que nunca me desampara y que me acoge en su seno desinteresadamente, a cambio sólo de un mínimo respeto y una juiciosa sumisión. Un precio insignificante frente al incomparable regalo de la vida.

Vuelvo a casa justo para presenciar de nuevo el inconmensurable espectáculo del cielo encendido en llamas sobre las altas montañas que se elevan en los confines de la tierra conocida. Por más que se reitere un día tras otro, nunca dejará de fascinarme.

Ceno algo ligero, que no me perturbe el necesario descanso nocturno, a la vez que contemplo la inmensidad del firmamento estrellado. Poco después, me meto en la cama con la mente tranquila y en calma, y el espíritu reposado y feliz dispuesto a sumergirme en un profundo y agradable letargo...

¡DESPIERTA, DESPIERTA! Sólo era un hermoso sueño.


viernes, 21 de mayo de 2010

Pensamiento positivo

Yo soy yo y mis circunstancias”, dijo el gran Ortega y Gasset.... Y yo le creí.

Hasta hace bien poco, cuando otra de esas grandes lecciones que nos tiene deparada la vida a la gente que siempre vivimos con el oído bien abierto y la mente alerta, me llegó de improviso, sin avisar. Entonces lo vi claro, como el reflejo de tu luz en la mirada; no podemos, ni debemos, permitir que sean las circunstancias ajenas a nuestra voluntad las que conformen nuestro ser... y de hecho, sólo está en nuestras manos el que así sea (o mejor dicho, en nuestra mente).

La clave es bien sencilla, y está al alcance de todos.

El secreto de la Felicidad, el ÚNICO e incuestionable, aquél tan buscado e investigado por todos los filósofos y pensadores de la antigüedad y del presente, se condensa en dos simples palabras: PENSAMIENTO POSITIVO.

Cualquiera que sea la circunstancia que azote nuestro bienestar diario, por desagradable que sea, puede ser amortiguada, e incluso superada, con la aplicación de la máxima contenida en estas dos palabras. Nada, absolutamente nada, hay que pueda contra este principio esencial.

Pero pongamos un par de ejemplos aclaratorios, para aquellas mentes menos receptivas. Cuando nos tomamos unas vacaciones de placer y viajamos a algún lugar paradisíaco, donde todo se nos ofrece con suma generosidad y somos colmados por toda clase de lujos y disfrutes, al regreso de las mismas estaremos algunos días, como mucho, algo apesadumbrados por la repentina vuelta a la rutina habiendo dejado atrás todo un aluvión de goces y deleites. Pero esta situación pasará pronto, ya que éramos conscientes de que sólo sería una realidad pasajera, estaba planeado el que terminara pronto y la recordaremos siempre con una sonrisa en la cara, dichosos por haber vivido algo así; miraremos las fotos tomadas y disfrutaremos con el recuerdo de todo lo acontecido durante el viaje. Era lo previsto.

Pues ahora imaginemos por un momento que esta circunstancia que nos depara la vida es algo impensable, inimaginable, algo no planeado ni deseado, un imprevisto que rompe todos nuestros esquemas y nos saca de nuestra cómoda vida para arrojarnos sin vacilación sobre otra realidad más dura e incomprensible. Por ejemplo, supongamos que perdemos para siempre a la persona que más queremos en este mundo. Concedámonos un mínimo de mal entendida humanidad y demos por bueno un prudencial tiempo de dolor y de duelo. ¿Y después qué? Podrían ocurrir dos cosas, o bien que nos quedemos anclados en la pérdida irrecuperable del ser amado, con lo que nuestra desdicha perduraría eternamente, o por el contrario, hiciésemos como en el ejemplo anterior del viaje, o sea, seguir con nuestra vida recordando los aspectos positivos de nuestra vida anterior con esa persona que ya no está, lo que disfrutamos juntos, todo lo que me ayudó a crecer, lo que aprendí de ella, dando gracias al cielo por haber tenido a mi lado a un ser humano capaz de hacerme tan feliz. La diferencia entre una forma u otra de actuar sólo radica en nuestro pensamiento.

Los dos ejemplos supuestos difieren en algo esencial, el primero consiste en una circunstancia pasajera y planeada por nosotros mismos, mientras que el segundo es algo totalmente imprevisto y difícil de comprender. Pero tanto uno como el otro nos cambia de una realidad atractiva y deseada a otra menos placentera y, en el segundo caso sobretodo, mucho más dolorosa.

La felicidad o la desdicha sólo está en nuestra mente, practicar con asiduidad la sana costumbre del pensamiento positivo hará que nuestras vidas sean mucho más placenteras y felices.

Resumiendo podríamos decir que mientras nuestros pulmones contengan algo de aliento y circule un mínimo de sangre por nuestro cerebro, podremos ser felices, independientemente de las circunstancias que en determinado momento intenten tirar por la borda nuestro proyecto de vida.

Sé que a veces no es fácil, pero por favor, hagan la prueba, conviertan el pensamiento positivo en un hábito y sus vidas cambiarán por completo, nada habrá que pueda enturbiarlas. Comprueben de primera mano el inconmensurable poder de nuestras mentes, capaces de convertir por sí mismas una situación de lo más traumática en otra mucho más llevadera, e incluso agradable.

Es casi el único consejo que puedo dar del que estoy seguro que no me arrepentiré.


viernes, 14 de mayo de 2010

Todos contra la Verdad

Firmó la carta recién escrita con un beso enjugado en lágrimas. Dobló la hoja pulcramente y la dejó sobre el escritorio como si se tratase de fina porcelana. Seguidamente, con parsimonia pero sin vacilación, se dirigió a la ventana que tenía más próxima; la abrió y saltó al vacío perdiéndose para siempre en el abismo de la oscuridad.

DIABLO: Estupendo, otra alma atormentada a la que torturar.

DIOS: ¿Estás loco? Ese es un alma pura, me pertenece.

DIABLO: Pero se ha suicidado, ¿no? Tú eres el que pones las reglas, atente a las consecuencias.

DIOS: Si yo pongo las reglas, también me las puedo saltar. Se ha quitado la vida, sí, pero ha sido por amor.

DIABLO: Ha sido por amor, ha sido por amor... ¡Idioteces! Un suicida es un suicida, así que me lo llevo.

DIOS: Por encima de mi cadáver lo hundirás en tus tinieblas. Un ser capaz de amar así merece una eternidad en paz y libre de cargas. No dejaré que lo sometas a las penalidades con las que tanto disfrutas.

DIABLO: ¿Por qué? Qué diferencia a éste del resto.

DIOS: Ya te lo he dicho, un amante así no puede ser responsable de sus actos. El Amor incontrolable lo ha impulsado a saltar.

AMOR: ¡Ya está bien! Estoy harto de que se me responsabilice de tanta locura. Yo sólo proveo al mundo de esperanza y de buenos deseos, ¿a qué viene culparme de tantas desgracias?

REALIDAD: ¿Buenos deseos? ¿Desde cuándo un deseo es bueno?

DIABLO: Cuidado con hablar mal de los deseos; ellos son mis herramientas, mi arma más poderosa. Gracias a los deseos mi reino crece cada anochecer como la mala hierba en primavera.

DIOS: No dices más que necedades, cornudo harapiento. El deseo también impulsa al mundo a hacer el bien y, entre ellos, el Amor es el más justo y honesto de todos, así que un respeto.

ODIO: ¡Ja! Justo y honesto... Todo el mundo sabe que entre mi hermano el Amor y yo hay un solo paso. Yo sacio mi irrefrenable apetito con toneladas de amor todos los días que me hacen crecer, hacerme fuerte y extenderme por cuanto ha sido creado por ti.

APARIENCIA: ¿Pero de qué estás hablando? No entiendo nada. ¿Cómo se puede hablar así de algo tan bello y noble como el Amor? El Amor es todo inocencia; por donde él pasa, florece la amistad, la sencillez,...

REALIDAD: Será mejor que te calles ya; no estás diciendo más que estupideces. ¿Cómo puedes saber tú lo que es el Amor si nunca has dormido en su regazo?

APARIENCIA: ¿Cómo te atreves? Yo soy toda amor. Amo el sol cuando aparece por el horizonte, a las flores que esparcen su fragancia al viento, amo al cielo que nos cobija y a la tierra que nos protege. Yo amo a la vida.

LA VIDA: ¡Eh, eh! Vale ya, ahí te has pasado. No te conozco de nada para que te tomes esas libertades, ¿vale?

LA MUERTE: Saltó la lista, la que se cree mejor que nadie. No deberías de hablarle así a nadie que te hable de amor. Tu belleza te ha nublado la razón impidiéndote distinguir la maldad de la bondad.

LA VIDA: Cuidado con lo que dices, bellaca. Nadie te ha dado vela en este entierro.

REALIDAD: En eso te equivocas. Si alguien debe de estar presente en un entierro, esa es la Muerte.

FE: Estoy de acuerdo con la Vida, estaría mejor callada. Ella es la maldad personificada, arrasa con todo a su paso, no nos tiene ningún respeto a los demás.

LA MUERTE: ¡Calla, necia! ¿Qué sabrás tú? Yo sólo llevo calma y serenidad allá donde reina el caos y la anarquía; soy el descanso del guerrero y el lecho del amante.

DIOS: Que se lo digan a ese pobre al que se lo has arrebatado todo.

LA MUERTE: Te equivocas. Él vino a mí, buscando la paz que no pudo encontrar en brazos de la Vida. Mi bondad me impide rechazar una llamada de socorro.

ESPERANZA: Hipócrita deslenguada. Tú pones fin a todo; incluso acabas conmigo, que soy la última en abandonar.

DIABLO: ¿El fin o el principio?. No deberías pronunciar palabras tan precipitadas con el escaso conocimiento que posees sobre las grandes verdades.

DIOS: ¡Calla, insensato! No te atrevas a revelar los arcanos ocultos que nos confieren el poder.

REALIDAD: ¡Ja! Me río yo de vuestro poder.

DIOS: ¿Acaso te atreves a negar la enorme influencia que tenemos en los devenires de la historia? ¿Quién hay en el universo que nos aventaje en poder?

REALIDAD: No fanfarronees; sabéis de sobra que vuestro poder se sustenta en una falacia. Tan sólo sois un concepto en la mente de millones de personas.

DIOS: ¿Y bien? ¿Acaso eso importa? Sólo cuenta la influencia y el poder, la presencia es lo de menos.

IGNORANCIA: Callaos ya todos, por favor. Me estáis dando dolor de cabeza. Sois todos unos ignorantes, no tenéis ni idea de cómo funcionan las cosas.

APARIENCIA: Y supongo que tú nos lo vas a decir, ¿me equivoco?

IGNORANCIA: Sería inútil; no comprenderíais nada. La verdad, sin ningún lugar a dudas, es que esa pobre criatura inocente ha saltado al vacío porque era un gilipollas, un completo imbécil. Y no hay más que hablar. Una persona inteligente no se quita la vida ni por Amor ni por Odio ni por nada. Nadie le ha empujado, ni Dios ni el Diablo, con todo su poder, y ni la Esperanza ni la Fe han podido salvarlo de su estupidez. Él solito, en su ignorancia, ha forjado su insulso destino vacío de significado.

ODIO: Te equivocas. Yo he sido el que le induje a hacerlo, porque sólo yo soy capaz de llevar al hombre a cometer semejantes locuras. Mi poder sí que es inconmensurable. Nada se salva por donde yo piso; todos deberíais rendiros ante mí.

LA MUERTE: Nunca había oído tantas tonterías juntas. ¿Acaso piensas, obtuso incompetente, que ese hombre viviría para siempre de no ser por tu torpe intervención? Yo represento el destino de toda vida, nada escapa a mi poder. Da igual que ame o que odie o que tenga fe o esperanza. Al final todos vendrán a mí de una forma u otra, y yo los acogeré gustosamente sean creyentes o ateos, lerdos o brillantes, realistas o idealistas. Yo soy la única verdad.

AMOR: Pero olvidas algo muy importante; yo soy capaz de trascender tu amarga frontera. Un amante siempre dejará durante su vida un reguero de recuerdos que lo mantendrán vivo durante toda la eternidad. El que ha amado de verdad vivirá para siempre en los corazones de sus congéneres. Ese es un poder al que tú nunca podrás vencer.

TIEMPO: Perdón por la intromisión, pero me parece que ahora eres tú la que te olvidas de algo crucial. Esa memoria de la que hablas tiene poco de eterna, ya que lo eterno es sólo una invención humana, una ilusión, no existe nada eterno. Tienes razón en que el recuerdo sobrepasa la barrera de la Muerte, pero nunca podrá saltar el yugo que yo les impongo. Tarde o temprano, mi poder caerá sobre toda memoria resucitada, ya sea la de un amante o la de un verdugo. Todos ceden ante mí, y este es un poder que nada ni nadie podrá nunca transgredir.

DIOS: ¿Nunca, dices? O sea que ya hay algo eterno, ¿no? Es normal, la prepotencia siempre conduce a la contradicción. Pero no te preocupes, soy un dios benévolo y no tendré en cuenta tu insolencia.

LA VIDA: ¡Vale ya! Estoy harta de que me ignoréis. Todos sabéis que sin mí nada de lo que estáis hablando tendría sentido. Yo lo soy todo; soy lo más grande, el bien más preciado, el mayor don que existe bajo las estrellas. Soy la que le da sentido a todo, sin mi existencia ninguno de vosotros tendríais presencia.

REALIDAD: Habla por ti, engreída petulante. Algunas ya existíamos antes de tu innecesaria aparición.

LA MUERTE: Déjala. Sólo es una presumida. Bien sabe que sin mí se convertiría en el peor de los males surgidos en este universo.

EL MIEDO: ¡Me niego a quedarme callado tras escuchar semejante falacia! Tú sí que eres la peste de este universo, ¿cómo te atreves a hablar así?

LA MUERTE: Sin duda que estabas mejor callado. Piénsalo bien, necio; ¿qué ocurre cuándo el inevitable arrabal de senectud torna en gravezas cada uno de los supuestos bienes que la Vida concede? Yo soy el único consuelo del que ve impotente ante sus ojos como le arrebatan todo lo que anteriormente se le ofrecía, supuestamente, sin pago alguno. Como ya he dicho anteriormente, ese pobre desgraciado está mejor ahora que cuando sufría en el desamparo de la Vida. Me eligió libremente.

REALIDAD: ¿Libremente? Ahora eres tú la que pronuncias palabras vacías. La libertad tan sólo está presente en las almas que conservan la razón pura y exenta de pensamientos tóxicos, como los que siembran el Amor, el Odio, los prejuicios, el Miedo, la Fe o la Esperanza.

EL MIEDO: ¡Cuidado con lo que dices, listilla! Gracias a mí la Vida se abre camino; yo soy el que la dota de sentido común y la conduce por caminos seguros y libres de peligros.

DIABLO: ¡Di que sí! Entre tú y yo podemos dominar el mundo, cuenta conmigo para lo que quieras.

ESPERANZA: Vuestra alianza es una maldición para la humanidad. ¿Es que no tienes nada que decir, Dios? Pensaba que serías más intolerante con semejantes insurrecciones.

DIOS: Déjales que hablen. Sólo son palabras. Ellos saben que no tienen nada que hacer contra nosotros dos.

FE: ¡Ejem, ejem! ¿No te olvidas de nadie? Acaso ya no recuerdas que todo tu poder se sustenta sobre mis hombros. Desagradecido.

DIOS: Te pido disculpas, tienes toda la razón, ya sabes que soy un poco despistado. Rectifico, contra nosotros tres, nada tienen que hacer el Diablo y el Miedo.

IGNORANCIA: Pues los tres os equivocáis, me temo. Dices que sólo son palabras, pero no tienes en cuenta que las palabras lo son todo, los humanos construyen su mundo con ellas. Para mí, por ejemplo, lo son todo.

REALIDAD: Pues vaya ejemplo.

APARIENCIA: La Ignorancia tiene razón. Las palabras son el único artificio por el que se guía la mayoría de los humanos. No se les puede quitar importancia.

TIEMPO: No deberíais preocuparos por ese pequeño contratiempo. Yo me encargo de poner siempre a cada cual en su sitio. Las palabras son solo eso, palabras, y nada pueden hacer contra el ciclón devastador al que yo represento.

AMOR: Pudiera ser que llevases razón, pero no es menos cierto que sueles llegar tarde en la mayoría de las ocasiones, es decir, cuando ya el mal está hecho.

TIEMPO: ¡Bobadas! Eso lo dices porque eres incapaz de ver más allá de tu propia nariz. Mi visión de las cosas es mucho más profunda y certera.

IGNORANCIA: ¡Bah! Eso no son más que tonterías. Lo que realmente cuenta es el aquí y el ahora, lo dicen todos los expertos...

REALIDAD: ¿Expertos en qué?

IGNORANCIA: ¡Calla, no me interrumpas! El pasado y el futuro no existen, todo el mundo lo sabe. Lo que está ocurriendo en este preciso instante es lo único importante.

REALIDAD: ¡Cuánta sabiduría!

TIEMPO: Algún día también acabaré contigo, Ignorancia, y entonces seré yo el que me ría.

DIOS: No seas tú tan listo. Ten cuidado con quien amenazas.

TIEMPO: Perdón; olvidaba que todos viajáis en el mismo barco.

ESPERANZA: No todos; ya sabes que yo estoy contigo.

REALIDAD: Vaya aliado. Estamos salvados.

LA VERDAD: Bien, creo que ya he escuchado suficiente. Esta discusión se está alargando demasiado y vais a acabar aburriendo a todos los lectores, así que me vais a permitir ponerle fin.

TODOS: ¡Buuuu, fuera, vete de aquí, nadie te quiere, no nos interesa nada de lo que digas,...!

LA VERDAD: ¡Basta ya! Me vais a oír aunque no os guste. Hacéis mal en discutir, ya que todos os complementáis y nada haríais los unos sin los otros. Dios y el Diablo, el Amor con el Odio, la Muerte y la Vida, la Apariencia, la Realidad y la Ignorancia,.... cada uno engendra al otro y viceversa. Fe, Esperanza y Tiempo no son más que tres nombres distintos para la misma ilusión. Y tú, Miedo, ¿qué decir de ti? Cuando dejaste de ser útil te convertiste en la peor de las pesadillas. Así que mejor haríais en callaros todos y dejar de confundir a la pobre gente.

REALIDAD: ¿Acaso tú podrías decirnos, ya que todo lo sabes, qué fue lo que impulsó a ese joven a saltar por la ventana? Y, en tal caso, ¿podrías haberlo evitado?

LA VERDAD: ¿Evitar qué? ¿De qué joven hablas? En ningún momento leí que se tratase de un joven. Todo esto no es más que una burda historia surgida de la incomprensible y temible imaginación del tipejo este tan raro que está escribiendo, así que basta ya de chorradas y dedíquense a cosas más importantes.




viernes, 7 de mayo de 2010

Consciente e Inconsciente


Esta es una historia de amistad y compañerismo. Es una historia de amor y fraternidad entre dos seres destinados a comprenderse y compenetrarse, aunque, como todo destino final que merezca la pena, también éste será alcanzado únicamente tras un largo camino repleto de amargos sinsabores, contradicciones incomprensibles y un sinfín de arduas pruebas a cada cual más dura y traumática.

La futura unión de nuestros protagonistas estuvo escrita desde que ambos vieron la luz, ya que, aunque parezca increíble, estos dos personajes comenzaron su existencia siendo un solo ser, una única entidad excepcional e irreemplazable. Y digo excepcional porque, a partir de ese irrepetible momento del alumbramiento, sus caminos comenzaron a distanciarse irremediablemente y ya nunca más volverían a conformar esa única forma sin forma y sin apariencia de la que surgieron en el instante primigenio.

Esta ruptura se produjo de forma paulatina, poco a poco, sin que apenas se percataran cada uno de ellos, los cuales emprendieron cada uno su camino por separado, llegando incluso a convertirse en determinados momentos en rivales irreconciliables, al menos en apariencia, porque esa raíz primitiva y común que los une también los condena de por vida a permanecer en absoluta comunión, a pesar de sus eternas divergencias.

Estos dos seres son el Consciente y el Inconsciente. El primero es extrovertido y dinámico, expuesto en todo momento a cambios provocados por su entorno exterior, del cual se alimenta a través de los sentidos, siempre ávidos y a la expectativa de nuevas sensaciones. Es un ser extremadamente curioso y voraz, y esto lo hace ser muy manipulable y estar en constante cambio, evolucionando con el medio ambiente que lo rodea, intoxicándose con las malas influencias, aprendiendo y desaprendiendo, creciendo y menguando todo ello al mismo tiempo.

En cuanto al Inconsciente, es más introvertido y bastante menos voluble. Su extrema prudencia y sensatez lo convierten a menudo en alguien aburrido, poco sociable. Se nutre de los mismos impulsos que su hermano el Consciente, y de millones de ellos más de los cuales el otro ni se entera, debido a su escasa paciencia. El Inconsciente es infinitamente más reflexivo y la gran cantidad de datos que maneja lo obligan a comportarse de forma más cauta y reservada. Con frecuencia trata de advertir a su compañero de posibles consecuencias a sus alocados actos, pero éste rara vez lo escucha, sobretodo en esas etapas de la vida donde las diferencias son tan exacerbadas que ni tan siquiera tienen conocimiento el uno sobre el otro.

Pero el Inconsciente es más inteligente, y en algunas ocasiones consigue sus propósitos por encima de la voluntad del Consciente, a lo callado, aunque, claro está, tampoco es perfecto y también se equivoca a veces. Pero su capacidad de aprendizaje es mayor y, con el tiempo y la experiencia, va consiguiendo poco a poco dominar la impetuosidad de su adversario y amigo, contagiándole en parte su calma y su espíritu reflexivo.

En aquellos momentos de sus vidas paralelas en los que las diferencias entre ambos se acentúan y se hacen más extremas, rara vez conocerán la paz y la quietud, y sólo cuando consigan unir sus esfuerzos para un mismo propósito, la armonía estará presente en ellos y vivirán sus mejores momentos. De ahí que, como dije en un principio, estén predestinados a entenderse, porque la evolución es constante y, al mismo tiempo que el Consciente irá conociendo la existencia y el valor del Inconsciente, éste irá alzando su voz haciéndose valer y resurgiendo de su silencio. Llegando así el día en el que los dos dejen de lado sus diferencias para convivir en completa conformidad, aunque respetando siempre la libertad de cada uno.

Pero esto no siempre sucede, o tarda demasiado en producirse, y es por ello que el mundo está en constante conflicto, es la causa de tanta sinrazón y de tanta violencia. Así que desde aquí conmino al Consciente a callar un poco, a prestar más atención a esa voz interior que le insinúa calma, y al Inconsciente le sugiero mayor arrojo y celeridad a la hora de prevenir y aconsejar a su hermano. A ambos les advierto de la necesidad de hacer un esfuerzo cuanto antes por comprenderse mutuamente. Es la supervivencia la que está en juego.